Ciudad del Vaticano.- En continuación de una larga catequesis social en el contexto de la pandemia por el COVID-19, el papa Francisco ha afirmado que la desigualdad es el fruto de un crecimiento económico injusto, que prescinde de los valores humanos fundamentales. En una profusa reflexión, el pontífice ha marcado los pecados de un modelo económico que agrava los problemas sociales revelados y ahondados por la pandemia.
El papa Francisco ha dedicado prácticamente todas sus reflexiones de las Audiencias generales a una catequesis social sobre cómo los valores humanos y principios cristianos son la respuesta ante los efectos que la crisis sanitaria ha dejado en la humanidad. Desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, Francisco insistió en que la pandemia de COVID-19 "ha puesto de relieve y agravado problemas sociales, sobre todo la desigualdad":
"Algunos pueden trabajar desde casa, mientras que para muchos otros esto es imposible. Ciertos niños, a pesar de las dificultades, pueden seguir recibiendo una educación escolar, mientras que para muchísimos otros esta se ha interrumpido bruscamente. Algunas naciones poderosas pueden emitir moneda para afrontar la emergencia, mientras que para otras esto significaría hipotecar el futuro", puntualizó.
Para el Papa, los síntomas de desigualdad sólo revelan una enfermedad social precedente: "Es un virus que viene de una economía enferma", insistió y ahondó: "La desigualdad es el fruto de un crecimiento económico injusto, que prescinde de los valores humanos fundamentales, y que es indiferente a los daños infligidos a la casa común. La desigualdad social y el degrado ambiental van de la mano y tienen la misma raíz: la del pecado de querer poseer y dominar a los hermanos y las hermanas, la naturaleza y al mismo Dios", criticó.
El pontífice centró su reflexión en la alerta que hace a las naciones por el daño y corrupción del medio ambiente y por la actitud de dominación acaparadora de grandes potentados ante los bienes de la Creación: "la tierra nos precede y nos ha sido dada, ha sido dada por Dios a toda la humanidad. Es nuestro deber hacer que sus frutos lleguen a todos, no sólo a algunos. El hombre, al usar estos frutos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás".