Ciudad del Vaticano.- Persecución, hostilidad y sentimiento de abandono, estos son los principales riesgos que los misioneros se enfrentan en pleno siglo XXI para acompañar comunidades y trasmitir la buena nueva a las poblaciones humanas. El papa Francisco reflexionó sobre esto tras el rezo del Ángelus el domingo 21 de junio.
Desde el Balcón del Palacio Apostólico, el papa Francisco recogió la invitación que Jesús dirige a sus discípulos a no tener miedo, a ser fuertes y confiados ante los desafíos de la vida, advirtiéndoles de las adversidades que les esperan: "El pasaje de hoy forma parte del discurso misionero con el que el Maestro prepara a los Apóstoles para la primera experiencia de proclamar el Reino de Dios, ha explicado el Papa, asegurando que el miedo es uno de los enemigos más feos de nuestra vida cristiana y Jesús exhorta no tener miedo". Después, el pontífice ha descrito las tres situaciones concretas a las que se enfrentarán:
La primera situación a la que se enfrentaron los Apóstoles y de la que advierte el Papa es "la hostilidad de los que quieren silenciar la Palabra de Dios, edulcorándola o silenciando a los que la anuncian".
El Papa recordó que el mensaje de Jesús anima a los apóstoles "a difundir el mensaje de salvación que les ha confiado; mensaje que hasta el momento él lo había transmitido con cautela, casi en secreto".
La segunda dificultad con la que se encontrarán los misioneros es "la amenaza física en su contra, o sea, la persecución directa de su pueblo, incluso hasta el punto de que los maten".
"¡Cuántos cristianos son perseguidos aún hoy en día en todo el mundo! Si sufren por el Evangelio y con amor, son los mártires de nuestro día".
Finlamente, Francisco reflexionó sobre el tercer desafío al que los apóstoles se enfrentaron: "El sentimiento de que el mismo Dios los ha abandonado, permaneciendo distante y en silencio".
Francisco asegura que Jesús, también en este caso,"nos exhorta a no tener miedo, porque, aunque pasemos por estos y otros escollos, la vida de los discípulos está firmemente en manos de Dios, que nos ama y nos cuida".
"No es una simple exhortación a recuperar la fuerza y el coraje ante las tribulaciones y los peligros. No. Es una certeza precisa que el Señor nos invita a renovar nuestro viaje cada día y en todo momento", concluyó.