Ciudad de México.- El “autócrata” emerge como un actor clave en el deterioro de la libertad religiosa a nivel global. Durante la presentación del Informe sobre Libertad Religiosa en el Mundo 2025, la investigadora Marcela Szymanski alertó que este personaje “con dinero y armas ejerce control sobre los grupos sociales y la población” y en ocasiones “tiene un poder superior al gobierno legítimamente electo”.
Szymanski, redactora en jefe de cuatro ediciones previas del informe de la Fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN, por sus siglas en inglés), explicó que el autócrata utiliza su poder “para la erradicación de agentes sociales que se le oponen”, pero “al que más miedo le tiene es al líder religioso pues éste tiene un poder de convocatoria que él nunca va a tener”.
El riesgo de los autócratas es que “tarde o temprano utilizan una estrategia de eliminación, pausada o permanente, violenta y no violenta, a través de leyes para dar privilegios o quitar derechos; o mediante la omisión intencional de su responsabilidad para dejar en impunidad ciertos actos violentos”.
Esta dinámica explica por qué el crimen organizado también pone en la mira a ministros de culto y líderes espirituales. “Matar a un líder religioso es un triunfo del crimen sobre la comunidad, porque con una muerte gana 5 o 6 mil personas que le van a ser fieles y obedientes”, afirmó Szymanski.
México: de la discriminación a la frontera con la persecución
El historiador e investigador de la UNAM, Jorge Traslosheros, alertó que la situación en México es más grave de lo que indica el informe, que clasifica al país en la categoría de “discriminación”.
“Cuando vi el informe mundial y el informe de México, la nota discriminatoria ya me empieza a parecer corta. No podemos pasar de observación a persecución, pero me parece que estamos en la frontera o que ya se cruzó del final del 2024 [año en que ACN cerró su informe actual] a lo que llevamos este 2025”, afirmó.
El académico recordó la preocupación por la cantidad de desplazados en México, tanto por actos directos del crimen organizado (por vía de la extorsión, cobro de derecho de piso, etcétera) como por la impunidad en que las autoridades nacionales dejan estos casos. Refirió que, en no pocas ocasiones, los actos de agresividad comunitaria de grupos criminales están orientados contra las iglesias: "Esto ya es costumbre de una o u otra manera", dijo y citó al sacerdote Omar Sotelo, director del Centro Católico Multimedial -la instancia que sistematiza los reportes de agresión contra ministros de culto, fieles laicos, templos e instituciones religiosas- al reconocer que se vive "una cultura de corrupción y muerte" porque dicha cultura no sólo le pertenece al crimen organizado:
"¡Pues no! Tenemos vandalismo, agresiones y profanaciones a un ritmo de 26 casos por semana... si son 26 casos por semana eso quiere decir que hay una clara oposición [contra las estructuras y los agentes católicos] y un contubernio con el gobierno... Sí, el primer factor de violación de la libertad religiosa en estos casos es el crimen organizado; pero tenemos un segundo elemento que es un agente violador de libertad religiosa, muy activo, porque no hace nada. Y es la omisión del Estado y de los gobiernos para reconocer, sancionar o impedir dichas agresiones".
Traslosheros destacó al respecto el control de símbolos religiosos como mecanismo de discriminación, citando un par de controversias resueltas en el mismo tribunal de justicia refirió el caso de la Santa Muerte, cuya naturaleza religiosa fue desestimada y por tanto su uso en campañas políticas fue permitido (aunque en no pocos espacios socioculturales la identidad de la Santa Muerte sí representa un sentido religioso y cultual para muchas personas, especialmente entre el crimen y la delincuencia); mientras el mismo tribunal sancionó y reprendió la identidad religiosa católica de un candidato sólo por ejecer su libre participación en los actos cultuales de su fe.
Comprender y asumir el fenómeno, parte de la solución
Por ello, el académico urgió a una comprensión más amplia del fenómeno religioso: “No podemos decir que son sólo creencias, es mucho más profundo: la religión es una manifestación cultural totalizante. Es decir, son formas de vida en donde el sentido de trascendencia ordena toda la existencia. Por tanto, perseguir una religión es perseguir formas de vida”.
Traslosheros define así la libertad religiosa: “es la libertad de vivir acorde a la propia cultura, los propios sentimientos, que protege igual a creyentes, agnósticos y ateos”. Subrayó que “cuando hablamos de libertad religiosa no hablamos de religión como tal, sino de un derecho humano esencial que protege a todos y no solo a los creyentes. Estamos protegiendo formas de existencia, no creencias personales”.
El investigador destacó que la Iglesia católica posee una estructura de capilaridad institucional única: "No existe otra organización institución en el mundo con esta capacidad de recuperación de información o cómo se dice en inglés: de inteligencia”; por ello, refirió que son estas estructuras religiosas las que con más frecuencia son agredidas y también reciben las agresiones que menos son denunciadas en el espacio público y político.
Finalmente, Traslosheros concluyó con una reflexión urgente: “donde florece la libertad religiosa se fortalece la paz, la justicia y la plena dignidad humana, porque nadie puede gozar de su propia dignidad si no tiene la posibilidad de vivir en su propia cultura… verdaderamente estamos en una crisis de humanidad”.
El informe global señala que dos tercios de la humanidad vive en países sin plena libertad religiosa, con el autoritarismo como principal motor de represión y, en ocasiones, aliado con poderes criminales para imponer una visión única de los fenómenos políticos y comunitarios.

