París, Francia.- El arzobispo de París, Michael Aupetit, consagró a la metrópoli francesa a los Sagrados Corazones de Jesús y de María durante la solemne celebración de la Asunción de María el 15 de agosto pasado.
"En esta época de epidemia e incertidumbre que amenaza a los más aislados y frágiles, en esta época de lucha por el respeto a la vida y la dignidad de la familia, te pedimos el valor de la fe y la fuerza de la caridad, para dar testimonio en medio del mundo de tu amor victorioso sobre el mal", refirió Aupetit.
El arzobispo médico pastor de la capital de Francia, precisó que la consagración ha sido un acto con el que los creyentes católicos piden esa fuerza para practicar la caridad y dar testimonio en medio de la epidemia por COVID-19 además de defender su posición frente a la vida y la dignidad de las familias francesas.
"En este día en que celebramos la Asunción de tu Santa Madre al Cielo, queremos consagrarnos a tu Sagrado Corazón del que ha brotado el amor de Dios, unido al Doloroso e Inmaculado Corazón de tu Madre, la Santísima Virgen María. Consagramos y confiamos a vuestros Corazones Unidos nuestras vidas, nuestras familias, los vivos y los muertos, y nuestra ciudad de París", rezó el arzobispo en la oración de consgración.
Aupetit compartió un mensaje sobre el sufrimiento de la Virgen al ver morir a su Hijo en la Cruz: "María estaba allí al pie de la cruz. Ella vio el flujo de sangre. Vio cómo se vertía el agua. Su corazón también fue atravesado por una espada de dolor. Imagina a una madre viendo a su hijo morir en un sufrimiento abominable".
Sin referirse específicamente a las nuevas disposiciones francesas que niegan el respeto a la dignidad humana de los no nacidos, el arzobispo reflexionó: "Ninguna madre puede pasar por esto sin desmoronarse. Pero además, María, sabe que este hijo es el Hijo de Dios. Qué dolor ver a su Señor tratado de esta manera, resumiendo en él todo el desprecio que los hombres han tenido por Dios desde el principio del mundo hasta hoy, cuando los hombres se toman por Dios jugando con la vida y la muerte".
En su homilía, el arzobispo resaltó el desprecio actual por los no nacidos: "En estos días en que la gente cree que les está permitido destruir embriones humanos o manipularlos para experimentos arriesgados, es bueno recordar que nuestra vida, nuestra vocación, comienza en el vientre de nuestra madre y que esta vida no pertenece a nadie, ni siquiera a quien la lleva".