Con copa llena de un vino chihuahuense esperaba en la entrada a que Ligia, después de presentar su libro anterior, llegara para que me firmara su texto más reciente. Saludé a Leo Zavala y a otros amigos periodistas. Compartía algunas palabras con Roberto Piñón.
Como tardaba, me acerqué a Guillermo Luján. Un tipo que hizo muchísimo por la democracia en Chihuahua en el siglo pasado. Lo saludé y me presenté. Platicamos del 83 y del 86. Nos adentramos en el 92 y la derrota del 98. Hicimos un recorrido rápido por el 2000 y el 2004 y nos estacionamos un tanto en el 2016, aunque creo que quiso acelerar para no platicar mucho de ese período, y luego caímos en el momento actual.
Terminó su copa y yo la mía y nos acercamos por la segunda. Me preguntó por el libro que cargaba y se lo recomendé. Al despedirnos, unos minutos más tarde, llevaba los dos.
Al saludar a Ligia le presenté a don Guillermo. Lo hice como lo que es en la historia de la democracia de este mundo tan pequeño que es Chihuahua. Ella lo felicitó diciendo que no sobran los hombres auténticos que buscan la democracia.
Luego platicamos un buen rato la escritora y su servidor.
Ligia Urroz presentó su libro sobre Somoza. En su plática, aderezada por finos y certeros comentarios de Dinorah Gutiérrez y Roberto Piñón, habló de su relación familiar con el dictador nicaragüense, luego de su exilio a México huyendo de la guerra civil y de cómo se fue convirtiendo la imagen que tenía sobre Somoza, de personaje cercano a tirano.
La escritora nicaragüense, nacionalizada mexicana, respondió a todas las preguntas de la concurrencia y pudo conectar con los jóvenes asistentes, quienes al final la cercaron para platicar en corto, mientras yo esperaba en la entrada con mi copa en mano.
La semana anterior al evento había llegado a la librería del mall y me había encontrado con su más reciente novela. Por mi gran culpa. Había leído apenas en Twitter unas cuantas frases sobre el texto. “Un tema crudo”, se decía. Lo compré y me lo llevé al evento para que Ligia me lo firmara. Y me lo firmó.
Por mi gran culpa es una novela con un tema crudo, muy crudo.
Josefa, la protagonista, huye de Galicia en la embarcación Zarabanda, con rumbo a Nicaragua. La acompaña su hermana Dolores. Huyen para olvidar su pasado y poder soñar con un futuro menos cruel y vivir un presente que puedan soportar.
Josefa y Dolores forman parte de una familia conservadora de Galicia de clase media alta y con una religiosidad extrema. Genoveva es la tercera hija del matrimonio de Rafael y doña Lola. La vida de la familia transita entre las actividades religiosas, su vida acomodada y los sueños de las tres hijas.
Todo va bien en la familia, hasta que…
Ligia Urroz acomete la historia en dos tiempos. La vida en Galicia y la huida y permanencia en Nicaragua. En ese juego de los tiempos se va desvelando el secreto central de la novela.
El libro se desarrolla con un lenguaje certero, sin aspavientos, sin adornos. Pero narra la crueldad de igual manera. La llegada a Cuba y la salida a Nicaragua me parece que se narran con reminiscencias del realismo mágico de García Márquez.
La historia es bien llevada, mientras que los personajes centrales se describen ágilmente mientras el Zarabanda transita de la Galicia tranquila y conservadora a la Cuba bulliciosa e inquietante.
Nicaragua recibe a las hermanas muy al estilo latino: abrazando la amistad y la empatía al tope. Aquí aparece el personaje de María Luisa, que se convierte en la nueva madre para Josefa y Dolores y hace que la nueva casa en las nuevas tierras se convierta en “útero amplio”, genial frase de Ligia.
Por mi gran culpa es una novela con un tema cruel, pero también una novela de esperanza. Están presentes las ganas de vivir un presente que supere al pasado y sueñe con un futuro fundado en una nueva vida. Es una novela que expone lo mejor y lo peor del ser humano, que quita máscaras, que habla del amor pero sin olvidarse de la maldad en el corazón. Es una novela que presenta seres humanos…
En la contraportada, el escritor Guillermo Arriaga dice que Por mi gran culpa “conmueve, emociona, divierte, nos enoja, nos hace reír, nos descubre mundos, nos confronta y nos hace viajar por ese gran río que es la experiencia humana”.
Arriaga tiene razón.
Arriaga también desvela el motivo por el que Josefa y Dolores huyen de Galicia, afirmando que es parte de la historia de la parentela de Ligia.
Mientras termino mi segunda copa de vino chihuahuense, se acerca Ligia y puedo comentar algunas cuestiones. Podemos conversar sobre temas afines. Le hablo del México actual, de la persecución religiosa en Nicaragua, de la visita de los Obispos nicas exiliados con el Papa León, de la participación de Chihuahua en el recorrido de la democracia en México. Ligia es muy amable y me asegura que probará el vino de aquí. Ligia sabe de vinos. Ya casi al final, le pregunto que si Arriaga dice la verdad al afirmar que la historia de Por mi gran culpa forma parte de su parentela. Me lo confirma.
Y es que Josefa en la novela es violada por el Obispo gallego y ha quedada embarazada. El Obispo es el trastarabuelo de Ligia.
Solo así se entiende la frase que Ligia escribió en su dedicatoria en mi ejemplar: “esta novela es para desvestirme de la culpa”.
Nos leemos la próxima. ¡Hay vida!