Ciudad de México.- En el marco del Jubileo de Laicos en el Mundo organizado por la Arquidiócesis de México, David Calderón Martín del Campo, presidente ejecutivo de la organización Mexicanos Primero, presentó una charla titulada “El ser de los laicos”, donde analizó la identidad, los desafíos y la misión de los millones de católicos laicos en el país.
Calderón inició su intervención describiendo un contexto global y nacional crítico: “Nuestro mundo está en llamas” y “nuestro país está sembrado de fosas”. Frente a este panorama, criticó la tendencia de muchos laicos a reducir su fe a una “pasividad más o menos devota” o a un “activismo soberbio” que genera “microiglesias a la medida de nuestras preferencias”.
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Con una presencia estimada en “tres de cada cuatro mexicanos” (equivalente al 77% de la población), el académico señaló que, pese a su número, el aporte de los laicos “no se reconoce públicamente” y muchas veces se vive como “un rasgo heredado”. Lamentó que frecuentemente esta experiencia se defina por estar en el equipo de los "sobrantes".
Frente a esta realidad, el expositor rescató figuras bíblicas para redefinir la vocación laical. El laico es quien “pregunta con sinceridad y recibe una respuesta contundente”, como el escriba; quien “hace su trabajo, el del mundo” y atestigua la verdad, como el centurión romano; y quien “abre su casa a Jesús y reconoce que la justicia debe definir el uso de sus bienes”, como Zaqueo.
Calderón recordó que, según el Concilio Vaticano II, los laicos tienen la obligación de “impregnar y perfeccionar el orden temporal con el espíritu evangélico”. Citando a san Juan Pablo II afirmó que los laicos somos “la línea más avanzada de la Iglesia”. Subrayó que “la santidad perseguida en hacer bien el Excel, en la auditoría honesta y eficiente, en vender con justicia, no flojear, dominar la disciplina” es una “vocación espléndida”.
El llamado final del investigador y activista fue a superar la dicotomía y actuar con convicción: “Los laicos estamos llamados a ser hombres y mujeres de Iglesia en el corazón del mundo, y hombres y mujeres del mundo en el corazón de la Iglesia”.
"Tenemos que ser Iglesia en salida: no buscar que la gente se meta a nuestra tiendita, sino que nos abramos a la inmensidad del mundo. Salir al encuentro de lo que les aflige, les interesa, les importa, les impresiona, descubrir y también hablarles de lo mucho que tienen para dar y aprender. Nuestra vocación es ser el dintel de la puerta", dijo.
La tarea, concluyó, es “ser Iglesia en salida”, abriéndose a la inmensidad del mundo para transformarlo desde dentro. / Fotografías: Arquidiócesis de México

