Ciudad de México.- En el contexto del Jubileo de la Vicaría para los Laicos de la Arquidiócesis de México, el obispo auxiliar Francisco Javier Acero Pérez, compartió una reflexión con los operadores y colaboradores de la oficina diocesana enfocada en la esperanza, la cual es la brújula para la actitud y las acciones que emanan de su compromiso cristiano:
"Nuestra esperanza cristiana siempre tuvo efectos revolucionarios en la historia de nuestro país. Cuando uno actúa en medio de tantas dificultades actúa, no se queda contemplando, mirando desde el balcón... La esperanza de Jesús es la única capaz de mantenernos unidos en medio de esta cultura del descarte incapaz de reconocer la dignidad humana de las personas desde su concepción hasta la muerte. La esperanza nos da fuerzas para vivir y ser creativos en medio de las dificultades", dijo desde la Catedral de México.
El obispo también recordó que la esperanza "no evade" la realidad del mundo sino que convoca al anhelo hacia la construcción de un futuro justo, bello y bueno para la sociedad en su conjunto.
En su reflexión, el obispo Acero recuperó de la reciente exhortación apostólica del papa León XIV el llamado a atender los diferentes rostros de la pobreza; por ello, ante la “cultura que descarta a los demás”, mencionó realidades específicas de la capital de la República como la zona de la Raza, el teatro san Rafael o la glorieta de Los Insurgentes, en donde, por desgracia, se tolera que “muchas personas pasen hambre o sobrevivan en condiciones indignas del ser humano”.
Frente a este diagnóstico, Acero Pérez insistió en el concepto central del Jubileo Ordinario de este 2025 convocado por el papa Francisco y continuado por León XIV: “Hermanos, nadie nos puede robar la esperanza”.
En la disertación, el obispo lamentó estilos de vida en el que “mirar al hermano como una competencia" se hace "principio de una división" y produce una "cultura de la fragmentación". Por ello, hizo un llamado a “dejar de competir, de polarizar y empezar a construir el bien en común”. Instó a ver a las personas “desde su dignidad humana, no como un voto o un subsidio”.
La solución propuesta por el religioso fue la humildad, presentada como un antídoto contra “tanta arrogancia, orgullo y soberbia": "desde la humildad evitamos la polarización y todos pensamos en el bien común de los más débiles”.

