Necesito que me escriba un artículo para mañana mismo. Era mi hermano con esa solicitud urgente, cuando yo ni había alcanzado la mayoría de edad. No tenía ni experiencia para escribir, pero era mi hermano quien me lo pedía. Con la seguridad que da la incertidumbre de no saber nada dije que sí.
Esa noche me puse frente a la máquina Olivetti para escribir mi primer artículo periodístico. Nunca pensé que esa invitación se convertiría en una pasión irresistible. Tanto que cuando estudiaba el quinto semestre de la carrera de contabilidad quise abandonarla para estudiar periodismo. Pero en Chihuahua, la carrera de periodismo llegó tarde para conmigo.
Me hice periodista como se hicieron los periodistas de los años 80: A fuerza de trabajar en la calle. Acompañaba a mis amigos, que se convirtieron en mis profesores a todos lados. Oía cómo entrevistaban, cómo abordaban los temas, para entender las preguntas cuyas respuestas fueran las buscadas.
Luego venía la escritura en aquellas máquinas y con aquellas hojas revolución. No Fernando, la entrada no tiene chiste. Ponle más sangre a esa nota. Usa bien las comillas. No hagas las párrafos interminables, no eres García Márquez. Recuerda siempre la pirámide invertida. Cuando puedas, cita la fuente. Has que respire la entrevista. No editorialices la nota, lo importante es lo que diga el licenciado no lo que digas tú…
Ángel se ensañaba. Si no le gustaba lo que expresaba en las hojas revolución la rompía lentamente a mi vista. Y a volver a comenzar de cero. Y cuando ya pasaba ese parte del proceso, venía el Padre Díaz a decirme que no, que no lo había hecho bien. Que le faltaba ritmo, que podía decirlo con menos palabras, de otra manera para fácil y que tendría que comenzar de cero.
Así aprendí. Así me apasioné. Así mis venas se fueron llenando de palabras, que luego las exprimía para que la nota saliera impoluta.
El Padre Díaz se dio cuenta de mi pasión. Ángel tan se dio cuenta que cuando en el intercambio de la Navidad de 1987 me tenía que hacer un regalo optó por obsequiarme el libro El camino de un reportero, de Manuel Mejido. En la página 3 muy nítido me puso: Fernando, ama tu oficio. Ángel.
Amando mi oficio, lo leí con pasión.
Manuel Mejido fue un afamado periodista en los últimos lustros del siglo pasado y los dos primeros de este. Pasó por Excélsior, El Universal y El Sol de México. Falleció en 2021.
El texto incluye tres partes. En la primera, Mejido narra las peripecias periodísticas que vivió para conseguir una entrevista, las coincidencias en los diferentes hechos que lo hicieron testigo privilegiado de acontecimientos importantes y lo significativo de estar con la vista y los oídos bien atentos para captar el momento periodístico preciso y oportuno. En la segunda, está un extracto muy resumido de su vida. En la tercera, contiene lo que Mejido consideró como los reportajes, notas, crónicas y entrevistas más importantes del periodismo que escribió.
Mejido tuvo -como yo- un gran maestro a quien siguió y siguiéndolo le aprendió. Él tuvo al gran Carlos Denegri, y yo tuve a… El autor expresa que Denegri “era un libro abierto para que lo leyera quien tuviese interés en superarse dentro del periodismo”. Además, “sin egoísmo, me permitió aprender de él todo cuanto sabía”.
También yo puedo decir lo mismo de mis amigos maestros.
Capítulo por capítulo, Mejido da cuenta de cómo se van conectando los hechos, la pericia y el conocimiento para ir logrando las grandes notas. El periodista fue corresponsal de guerra en Israel de 1967. Relata cómo fue que por casualidad pasó por el frente de la casa de Ben Gurión, el fundador del Estado de Israel, y cómo fue que consiguió esa entrevista que fue publicada en primera plana de Excélsior.
También la astucia para conseguir la entrevista a Pablo Picasso cuando una y otra vez la negaba, hasta que surgió la manera, con una mentirosilla que le permitió acercarse al maestro en unas vacaciones que se convirtieron en tiempo de trabajo.
O cómo consiguió hablar 15 minutos con el P. Pedro Arrupe SJ, prepósito general de los jesuitas, que no concedía ninguna entrevista, mientras que a la vez atendía una gira del presidente Luis Echeverría por Italia.
Y pasa de aquí para allá, recorriendo el territorio nacional y muchos países para perseguir la palabra y dejarla escrita como testimonio de la historia presente que es el periodismo.
“La gran satisfacción de mi vida, como reportero podría resumirla en tres letras: ser. Gracias al periodismo he sido. Seguiré siendo hasta el último minuto de mi existencia. Nada me ha quitado el periodismo. Prefiero decir que se lo di todo”, dice Manuel Mejido.
Y me recuerdo en estas palabras del autor. Muchos años han pasado desde que el libro pasó de las manos de Ángel a las mías. Recuerdo con cariño los hechos que me ha tocado narrar. Las visitas del Papa Juan Pablo II y Papa Francisco las considero de relevancia. La entrevista a Nathanson. El Sínodo Tarahumara y mi encuentro con Mons. Samuel Ruiz y la corrida tras de Arturo Lona. La crónica de Kolvenbach en Chihuahua. Mi camino de Santiago y un poquito más abajo, el Camino de Maldonado. El asesinato de los jesuitas en Cerocahui. La Misa binacional, que se publicó en España…
Sí. Mi camino de reportero ha estado lleno de pasión y compromiso. Dejo constancia hoy en 2025 que he amado mi oficio, como me lo solicitó Ángel en 1987.
Es cuanto.
Nos leemos la próxima. ¡Hay vida!
COLECCIÓN: Historia de mis libros de Fernando Mendoza Jaquez

